domingo, 14 de febrero de 2010

Exilios,éxodos.refugios y tristezas-DeliaRamirez

Exilios, éxodos, refugios y tristezas…
Delia Ramírez
Dicen que cuando uno se muda los problemas y sentimientos se van con uno.
Dicen, los que saben (o dicen que saben), que cambiar de lugar no soluciona problemas.
Pero, ¿qué ocurre cuando las contrariedades, conflictos y precariedades están asociados
al territorio? Entonces no hay psicólogo que valga, por más difícil que sea tomar la
decisión el resultado termina en un camión de mudanzas.
La historia está repleta de éxodos. Todos los días miles de personas, con familias
a cuestas, se mudan de casa, barrio, ciudad, provincia, país, continente….
Naturalmente, los cambios movilizan sentimientos. En este mismo momento millones
de sentimientos contradictorios estás siendo movilizados a causa de múltiples
movimientos migratorios.
Si se toma por caso la emigración de los paraguayos hacia otras naciones mejor
posicionadas económicamente, se observa que la misma ocurrió a través de casi toda la
historia. No obstante, la gran evasión se produjo a partir de la guerra civil de 1947, más
conocida como la “revolución del 47”. En aquel entonces, como ocurriría luego en otros
países latinoamericanos, la democracia se vio corrompida violentamente. En
consecuencia, muchos paraguayos recurrieron a la Argentina, que se convirtió en el
refugio y el paño de lágrimas de los perseguidos políticos y también exiliados
económicos.
Se calcula que durante la dictadura de Alfredo Stroessner alrededor de un millón
de paraguayos fueron albergados en la Argentina. Muchos de ellos optaron por vivir en
Misiones. Aquí trabajaron y tuvieron hijos a la vez que la provincia creció de la mano
de los inmigrantes.
Clodomiro González Díaz es uno del millón. Vino en 1966 junto con su esposa,
Aurora. Hace años que lo conozco, pero pocas veces hablamos del tema. Un tiempo
atrás, durante una charla de domingo a la tarde, me contó cómo era su país cuando debió
abandonarlo. Él recordó que estaba involucrado en los movimientos estudiantiles y,
aunque recorrió el interior del Paraguay buscando un lugar para vivir, no pudo
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desenvolverse en su profesión de odontólogo porque su militancia estudiantil, descripta
en un prontuario, provocaba continuas persecuciones políticas y también económicas.
“Hasta que un día entendí que era prácticamente imposible estar allí. Fui
detenido y me dijeron que no tenía más garantías”, relató. En ese momento de
incertidumbre su hermano, Tomás, le aconsejó que se instalara en Misiones,
específicamente en un lugar que tenía una “calle” muy larga y se llamaba Eldorado.
Aunque Clodomiro recordaba las palabras de su hermano arribó a Posadas en
primer lugar. En la capital misionera visitó la dirección de asuntos odontológicos y
rápidamente se le abrieron varias puertas pues la provincia carecía de profesionales
dentistas. Le ofrecieron un cargo público; solo tenía que elegir un lugar entre tres
opciones. Se decidió por San Pedro porque era el lugar en el que vivía su amigo y
compañero de lucha en los movimientos estudiantiles, un médico compatriota, el Dr.
Valdovinos. No obstante, el trajinar continuó, y con el tiempo y los sucesivos
acontecimientos llegó a Eldorado, aquel lugar recomendado por su hermano años atrás.
El caso es, que cuando Clodomiro pisó tierra roja había muchísimos paraguayos
viviendo en el mismo suelo. Aunque frecuentemente se juntaban a comer asados y
bailar polkas, la gran mayoría anhelaba regresar a su país: “Tenía una visión un poco
ingenua. Porque decía yo ¿cuánto tiempo puede durar este gobierno de fuerza
finalmente? ¿Cinco años más?” -calculó erróneamente- “¡Treinta y cuatro años
duró!”, enfatizó luego, “Así que todos esos proyectos de volver fueron imposibles de
concretarlos”, relató mezclando en su voz resignación y sorpresa.
Esas continuas ilusiones de regresar al Paraguay llevaron a Clodomiro a intentar
algunos viajes clandestinos. Cinco meses antes de la caída del régimen stronista le dijo
a su familia: “llegó una invitación del Partido Febrerista, tengo un respaldo allá. Creo
que podemos ir. Me interesa que me acompañen -le dijo a sus dos hijos que eran muy
jóvenes aún- para que ustedes conozcan el Paraguay y vean cómo es la vida allá”; fue
así que los González viajaron hacia el país natal. Pero, ni bien cruzaron la frontera,
llegando a Ciudad del Este, fueron apresados. Los militares retuvieron los documentos
de toda la familia, dijeron que debían retirarlos en la policía de inteligencia de
Asunción. Temerosa, la familia debió viajar sin documentación alguna hacia la capital
paraguaya, con el riesgo que ello significaba. Sin embargo, Clodomiro tenía la
seguridad que llegando a Asunción tendría la suficiente protección de su partido, porque
el régimen estaba debilitándose y por eso se hacía la primera convención de la oposición
en Paraguay.
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Sus estimaciones no estaban erradas, ni bien llegó a la convención Clodomiro
denunció el incidente y recibió el apoyo del Febrerismo. Más de quince profesionales y
dirigentes partidarios lo acompañaron a la policía donde finalmente recuperó su
documentación y la de su familia.
Dicen, que cuando uno se muda los problemas se van con uno… Pero el
Paraguay de la dictadura, apoyado en un poder centralizado, no dio opción a los que
pensaban diferente. Porque, como se sabe, un gobierno dictatorial lo primero que hace
es destrozar la oposición, con expulsiones, persecuciones, formando piquetes en todas
las cuadras hasta la consolidación total del poder.
El daño está hecho. Es profundo. Se observa en los miles de niños que no
pueden ir a la escuela, en los hospitales “públicos”, en la pobreza, miseria y corrupción
como partes de los escenarios urbanos y rurales.
Y hay otra cosa más presente en cada palabra de Clodomiro… Se trata de la
herida espiritual con la que conviven paraguayos exiliados y sus hijos (argentinos);
porque las familias descendientes de paraguayos que viven en Argentina, o en otros
países, conviven con el dolor del destierro por más que sean y se sientan ciudadanos del
nuevo país.
Probablemente, todo exiliado, sobre todo el exiliado político, quiere volver. Pero
en el caso del Paraguay la dictadura duró 34 años; cuando regresó la democracia los
exiliados estaban muy viejos o muy afincados en la “nueva” tierra.
El exilio tiene muchos nombres, confinamiento, deportación…y en los últimos
tiempos se ha hablado bastante de exilio económico. Cada palabra tiene sus
características específicas que dan cuenta de los sufrimientos que implica cambiar de
país bruscamente. Pero los exilios son siempre dolorosos; en la conversación de la gente
que vive lejos de su país siempre surge el anhelo del regreso.
En el alma de los inmigrantes que viven en Misiones perdura una dualidad
irreconciliable, un conflicto insoluble. Las costumbres y los amores del país de origen
nunca se olvidan y llaman al regreso, pero en el nuevo país florecieron amistades y
relaciones fuertes, abandonarlo podría ser doblemente doloroso e injusto para los hijos
que ya son argentinos.
El exiliado extraña. La nostalgia es la principal inspiradora de las más bellas
polkas y guaranias. Cuando regresa a su país de origen, siente una enorme satisfacción y
otra vez tristeza porque los amigos y familiares que se quedaron han envejecido o ya no
están, y porque muchos lugares aunque estén igual no son lo mismo.

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